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El verano mantuvo el buen tono en la actividad instaladora. Los meses de julio-agosto marcaron la misma anotación que los dos precedentes. Temporada alta de climatización, de reformas y de turismo, en un año que ya se pareció algo a lo que era la vida antes de la pandemia. Lo cierto es que, pese a los nubarrones que se ciernen en el horizonte, en forma de subida de las materias primas y crisis energética, de momento la micro economía se mantiene a flote. La previsión de las asociaciones de instaladores sigue siendo optimista y la nota ha subido más aún, hasta situarse en un 6,4.
Ya estamos en pleno otoño, toca ocuparse de la calefacción, de poner a punto los equipos o cambiarlos por sistemas más eficientes. Es época de trabajo para las empresas instaladoras, que cambian de tareas y se ocupan de hacer el invierno más confortable a los usuarios.
Los últimos meses, ciertamente, la actividad instaladora ha recuperado el terreno perdido tras lo peor de la pandemia. Se han retomado obras inacabadas, se han activado las reformas, la eficiencia energética ha ganado espacio en aquellas viviendas que más necesitaban de ella, el turismo se ha reactivado, en fin, un puñado de buenas noticias que eran necesarias.
Ciertamente, las últimas semanas han traído algunos titulares nefastos, sobre todo por el alza de los precios de la energía y las materias primas. Quizá no hay que preocuparse aún demasiado, porque la economía de andar por casa sigue funcionando, pero son señales de alarma que al final acaban afectando a casi todos los sectores.
De momento, el de instalación navega con buen rumbo, muy enfocado en renovar equipos obsoletos con la ayuda de varios Planes Renove puestos en marcha por las Comunidades Autónomas y por la necesidad cada vez mayor de eficiencia energética en nuestros hogares.
Castilla y León, por ejemplo, ha aprobado en septiembre ayudas para sustituir equipos obsoletos de calefacción por otros más eficientes.