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La actividad instaladora parece de momento ajena a la situación económica y geopolítica. Por fortuna, la crisis energética y de materias primas, además de la derivada de la crisis generada por la invasión de Ucrania, no ha tenido una repercusión demasiado elevada sobre el trabajo de los profesionales. Aún quizá sea pronto para evaluar qué puede significar esta suma de factores negativos en el devenir diario de las empresas instaladoras y en el sector en general, pero el paso de los meses nos dará la verdadera medida de todo ello.
Si el año 2021 se puede calificar como el de la remontada, tras meses de mucha incertidumbre por la llegada de la pandemia, nada nuevo bajo el sol en el inicio de 2022, que se puede decir que de momento sigue por el buen camino.
La media de actividad instaladora, de hecho, en enero-febrero está por encima de la medida marcada en 2021, al pasar de un 5,8 a un 6,1. La previsión en la actividad instaladora para marzo-abril también es favorable y vuelve a situarse en un 6,1.
Lo cierto es que, al menos de momento, el trabajo en las empresas instaladoras no se ha resentido demasiado con la crisis energética y de materias primas, agravada por la invasión rusa de Ucrania.
Para ver el impacto de estos factores seguramente habrá que ver el desarrollo de los próximos meses en la coyuntura económica y cómo puede afectar la misma a nuestro mercado, justo ahora que parece que se ha salvado lo peor de la pandemia.
El sector, de momento, lleva meses encadenando buenas noticias, tanto en el negocio de climatización como en calefacción y ACS. Las cifras que han ofrecido las patronales de ambos sectores recientemente, AFEC y Fegeca, reflejan el buen momento de la industria, que creció con mucha fuerza en 2021, lo que significó mucho más trabajo para las empresas instaladoras.
También el alza en la reforma de viviendas y en la mejora de las mismas a través de la eficiencia energética ha supuesto más trabajo en el sector tras el confinamiento.